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sábado, 31 de diciembre de 2011

Capítulo II - Ignis


Una amistad que no será olvidada con el tiempo

Yuma – Japón – 21 de Abril 2005 – 9:30 am.

Mito permanecía sentada en una mesa apartada del salón (como siempre). Se encontraba sola, haciendo lo que más le gustaba hacer, dibujar en sus cuadernos. Unos ojos ajenos se asomaron a su dibujo, es la joven que acababa de llegar al instituto. Mito se sorprendió enseguida al pensar que no le gustarían, pero ella sonrió al decirle:
- Vaya, dibujas muy bonito.
- ¿De verdad lo crees? –mencionó algo incomoda.
- Claro que sí, la verdad esta hermoso –sin pena alguna se sentó a su lado y comenzó a comentar su dibujo- me encantan los paisajes, además está muy bien planificado, puedo ver como detallaste las líneas antes de pintarlo.
- Genial, a mi también me encantan –ya era la segunda sonrisa que compartían y aún no sabían sus nombres.
- Mi nombre es Mito, ¿y el tuyo?
- Soy Hitomi, mi familia acaba de mudarse al vecindario.
- Genial, ¿a que parte de la ciudad?
- Está subiendo por la quinta, o creo que eso dijo mi madre.
- ¿De verdad? Eso es grandioso, yo vivo en la sexta, podríamos irnos juntas.
- Por su puesto, yo agarro el bus desde la segunda avenida hasta aquí.
Mito se mordió el labio algo pensativa.
- Yo me vengo en bici todos los días, pero creo que podré venirme en bus de ahora en adelante.
Desde ese momento se creó un lazo de amistad que luego sería muy difícil romper. Esa tarde se fueron juntas, Mito aceptó irse caminando aunque tenía la bicicleta a cuestas y Hitomi no pudo evitar acompañarle hasta su casa.

Ignis – Imperio Basilisk - 21 de Abril, 2005 – 9:30 am.

- Kaiya-sama, no pudimos ubicar a la intrusa –mencionó uno de los sirvientes de Kaiya.
- Entiendo, no será fácil encontrar a Kyoko-san, solo hay una persona que puede ser igual o un poco más débil que yo, y es ella –pensó al escuchar la noticia.
Al levantarse del trono, caminó hacia la puerta, entonces dijo:
- Quiero que la encuentren, búsquenla en todos los reinos… no podemos permitir que siga con vida.
El soldado levantó la cabeza y sin decir una sola palabra más, se fue de su presencia.
A las afueras del imperio, Kyoko se movía velozmente sobre los árboles, buscando algún lugar donde resguardarse. Su ojo aún sangraba y su apariencia se deterioraba cada vez más, en cualquier momento podría caer al suelo inconciente por el desangramiento, pero ella no se detenía, al contrario, buscaba resguardo de los soldados que la perseguían de cerca.
Por un instante no pudo más, lo cual causó que cayera desde los árboles hasta el suelo donde se arrastró por más de dos metros. Entonces una sombra se posó sobre ella.
En el castillo de Basilisk, Kaiya abre la puerta de un pequeño salón. Un montón de papeles y maquinarias extrañas se encontraban amontonadas en el lugar, parecía un laboratorio, varias ropas quemadas se mostraban en el suelo y los rastros de experimento extraño estaban por todos lados.
Kaiya sonrió y caminó hacia unos papeles en busca de algo. Con afán buscaba algo en medio del desorden, se trataba de un diario, el cual al encontrarlo demuestra una sonrisa aún más grande.
- Aquí está, eso es Icaro, parece que los rumores eran ciertos, estabas planeando algo grande.

Yuma – Japón – 15 de Junio 2005 – 6:45 am.

El tiempo pasó mientras Hitomi y Mito se hicieron grandes amigas, pasaron grandes momentos, el cumpleaños de Mito, las tardes que pasaban juntas en la ciudad, la heladería de Milo y sin olvidar los divertidos días en el parque.
Durante toda la semana Hitomi pasaba frente a la casa de Mito con su bicicleta nueva, pero ese día se fueron sin ellas, ya que la lluvia no paraba de caer y Mito ya le tenía idea al impermeable rosa. Por suerte, nunca más tuvo que utilizarlo, sentía pena por su tía Mike, pero prefería el paraguas de papá. Esa mañana se despidió velozmente como siempre, tomo la mochila y se pintó del lugar mientras la lluvia se disipaba mostrando algunos rayos de sol. Hitomi le esperaba afuera con un paraguas azul, ella sonrió con sinceridad antes de caminar juntas por la acera.
- Vamos ya estamos cerca -exclamo Mito corriendo hacia la entrada del instituto.
- Espera, espera, me duelen las piernas, sí sigo viniendo con esa bicicleta terminaré con piernas de futbolista -dijo tocando sus rodillas y caminando suavemente.
- Jajaja, no exageres, no pueden dolerte más que mis manos, ayer estuve tocando el piano con mamá... no tienes idea de a qué velocidad te obliga a tocar.
- ¿Piano? Pensé que era violín.
- Lo era... hasta que se le ocurrió que era mejor agilizar los dedos.
- Jajaja, te compadezco.
Ambas entraron al instituto y luego de unos minutos, al aula de clases.
- Bien, jóvenes, como sabrán ya se acerca el fin del año escolar y hay que apresurarse a organizar la fiesta de disfraces.
Hitomi observó a su compañera repentinamente.
- ¿Disfraces?
- Sí, así es, todos los años lo organizan.
- ¿De verdad? Y ¿de qué te has disfrazado tú?
- El año pasado fui la mujer vampiro –mostró un gesto gracioso- pero este año no lo sé, creo que no iré.
- ¡De qué hablas! No podemos perdernos está oportunidad, además este año no estarás sola, ambas iremos juntas.
- No lo sé, no tengo disfraz, mi padre los llenó de aceite de carro y mi madre tuvo que echarlos a la basura.
- No te preocupes, esta tarde buscaremos uno -como siempre mostró era sonrisa sincera.
Varias horas después de clase, Hitomi convenció a Mito a ir de compras.
El sol se asomó por completo mientras la gente pasaba frente a la vitrina. Música de ambiente se escuchaba en el lugar, además el dulce olor a canela que provenía del ambientador que Shiba siempre tenía sobre el mostrador, traía recuerdos a Mito.
Las risas de Mito se escuchaban hasta la calle. Hitomi se probaba algunos disfraces, Mito sabía que el indicado estaba en esa tienda, pero definitivamente el de mujer lobo, no era.
- Jajaja, jajaja... -continuó riendo hasta que sus ojos se humedecieron- lo siento, lo siento, Hitomi-san, no puedo evitarlo...
Hitomi se mostró con el disfraz que poseía pelaje color café por todos lados, la verdad parecía más un mono que un lobo. Ella observó a Mito con ironía y con una vena que se mostraba ligeramente sobre su frente demostró molestia. Fue entonces que se dio vuelta y cerró la puerta del vestidor.
- Vamos Hitomi, no está tan mal, podrías usarlo de noche, quizás te confundan con Pie Grande... no, Hitomi espera, en serio no está tan mal.
Minutos después, se probó otro.
- Jaja... pshhh... -Mito tapó su boca a propósito para no reír a carcajadas mientras negaba con la cabeza.
Poseía un disfraz de vikinga, el casco tenía unos cuernos tan grandes que parecían sacados de una vieja película de vaqueros, tanto así que ella tuvo que agacharse para no golpear la puerta del vestidor.
La vena en la frente de Hitomi se pronunció aún más al ver su expresión, entonces se quitó los cuernos y se los aventó mientras se daba vuelta para cambiarse nuevamente. Mito no pudo evitar reírse muchísimo, hasta que se cambió nuevamente.
Minutos después Hitomi vestía un disfraz de hechicera... muy irónicamente se le veía muy bien. Una túnica color cielo acompañado de un sombrero puntiagudo y un bastón de madera. Mito quedó atónita mientras le observaba asombrada.
- ¿Qué? ¿Qué sucede? -Preguntó Hitomi preocupada.
- Ese es -demostraba seguridad- definitivamente ese es...
Luego de algunos minutos, Hitomi vuelve a ponerse el uniforme y sin dudarlo un momento, le pregunta:
- Oye, oye, ¿no vas a elegir un disfraz? llegó el momento de mi venganza... muajajaja... -mostró una expresión graciosa que hizo escapar una sonrisa a Mito.
- No, ya lo pensé... no iré.
- ¡Mito-san! -ella se veía triste, entonces Hitomi bajó el tono de voz- ¿qué sucede?
Mito le dio la espalda y bajó la mirada repentinamente. Ella mencionó una historia acerca del último festival de disfraces, parece que había tenido un inconveniente con la máquina de algodón azucarado dejándole un mal recuerdo, gracias a las risas discriminantes de sus compañeros. Luego de contar la historia, presionó sus delicadas manos contra el vidrio del mostrador... se veía muy afectada.
Hitomi no pudo evitar colocar la mano sobre su hombro antes de decirle:
- Entiendo... pero este año no estarás sola, estaremos juntas, tú y yo.
Mito se mostró conmovida y casi salía una lágrima de su ojo izquierdo, pero fue entonces que Hitomi continuó.
- Ten... -sacó de su bolsillo un pequeño talismán en forma de reloj de arena- cada vez que creas que estás sola, recuerda mis palabras y observa este talismán... éste es un símbolo de que no importa lo que suceda, siempre estaremos la una con la otra apoyándonos en todo lo que se nos ponga en el camino.
Mito tomó el talismán que decía en sus bordes “Ni el tiempo podrá separarnos” y con una sonrisa le susurró antes de abrazarle:
- Gracias, Hitomi-san...

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